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8 mar 2010

Las mujeres de mi vida

Paqui se levanta pronto todas las mañana, trabaja una hora extra y después hace la compra, da de comer a sus animales (diez perros, muchas gallinas, patos y pavos reales, un pequeño pony que llegó a su casa casi de rebote y un loro que le da conversación por las mañanas). Después prepara la comida, y es cuando aprovecha para discutir sobre los temas del día con su marido y su hija María José. Su otra hija, Cristina, sólo va a casa en vacaciones y algún fin de semana en el que las compañías aéreas bajan las tarifas, si eso. Después de comer, una café rápido y a trabajar a la escuela, en la que entre limpieza de aula y aula se entretiene con algún niño pequeño cuyos padres trabajan demasiado para ir a buscarlo al acabar las clases, y también con los jóvenes discapacitados que acuden a realizar terapias. Ella les hace reír mucho. Y aunque es sólo la mujer de la limpieza, cuando la ven por la calle, los niños la paran y le saludan como si de su maestra preferida se tratase. Su risa es contagiosa, su cabezonería implacable, pero su bondad no se mide ni en puñados de gigante. Ella me enseña la importancia de luchar por aquello en lo que una cree, y con eso hoy puedo caminar hacia mis sueños sin sentir que voy sola.

Paqui es mi madre, María José es mi hermana. Y ellas son las dos mujeres más importantes de mi vida. Hoy, Día Internacional de la Mujer Trabajadora, he querido acordarme de las mujeres de mi vida, las que me lo enseñan todo, o al menos me empujan a querer seguir aprendiendo. Las personas son al fin y al cabo las que marcan nuestra vida, y cuando queremos recordar dónde estábamos en un momento concreto, no hacemos cuentas de edad ni cursos... pensamos en las personas que nos acompañaban en esos momentos. Hoy, por ser Día de la Mujer, recuerdo a las mujeres que me acompañaron y me acompañan.

María José siempre se emociona cuando ve las noticias. Piensa que no la vemos pero siempre se gira hacia su lado derecho, y hace como que sigue mirando la tele pero en el fondo es que se ha emocionado. Ella me ha enseñado lo que es el compromiso y el sacrificio. Es la escaladora que nunca abandona al equipo y toma las decisiones adecuadas en los momentos de tensión para que todo vaya bien. Buena deportista (con todo lo que eso implica), muy buena en su trabajo y en todo lo que hace porque todo lo que hace lo hace con dedicación (y eso, compromiso). Su vida es una carrera de atletismo. Sabe que no vale mirar atrás, pero tiene en cuenta que un sprint antes de tiempo puede pasarle factura en los últimos metros. Por eso hoy sé lo que es ser consecuente con una misma, y lo importante que es siempre mirar hacia adelante. Si te caes te levantas. Aunque ella no lo sabe, también me enseñó la inutilidad del odio, y esa es una de las cosas aprendidas que me deja vivir en paz.

Soy afortunada. Belén me recuerda con su forma de ser la importancia de actuar cuando algo no nos parece justo. La admiro. De su hermana Cecilia admiro la intensidad con que vive todo, con una banda sonora de fondo convierte la belleza en danza y eso, marca. Aurora me hizo pensar que no había nada más invencible que yo cuando creía que todo el mundo estaba a punto de caer sobre mí. La echo de menos... A Ana también la echo de menos, y supongo que cuando la añoro a ella añoro la facilidad de los años que dejamos atrás. Cuántas idas y venidas acompañadas de risas que hasta nos hacían llorar... ¡Tenemos hasta aventuras de Cuarto Milenio para compartir en un maldito camino de 50 metros...! Marina me hace pensar que las palabras a veces pueden ser más fuertes que todo, cuando son tan necesarias...

Sara T, Sara K, Raquel, Violeta, y por qué no, a pesar de lo poco que nos conocemos, Gloria!, todo un descubrimiento. Cada una de vosotras tiene algo especial que os hace ser diferentes y que es digno de admiración. Laura... a Laura le debo ya muchas cosas impagables (tendrás que ir apuntando porque la cuenta va a ser larga). Ella se ha convertido en un talismán del que no quiero separarme, [así que quédate cerca]. Brujas, corazones y musas, qué deciros, me enseñáis a ver la vida de una forma muy especial que ya me ha marcado para siempre [de hecho, voy a pedir que se declare Bien de Interés Cultural nuestro Akelarre, que ahora está de moda y hay que aprovechar el tirón! Dentro de unos años la plaza de Sa Font será el epicentro de una toda una fiesta nacional!].

A todas, mil gracias por hacerme ser la mujer que soy.
De mayor quiero tener un trocito de cada una de vosotras.
Un fuerte abrazo.

Cristina.

5 mar 2010

Tras el pincel... una mujer

Una amiga, estudiante de Bellas Artes y feminista como la que más, me dijo un día, basándose en estadísticas: "Las mujeres somos las mayores consumidoras de cultura, más que los hombres". Me quedé pensando apenas unos segundos y contesté: "Y sin embargo, apenas conocemos mujeres artistas en comparación con el número de hombres que sí vemos cada día en los carteles que anuncian las exposiciones...". Pongámonos una prueba, por ejemplo, citar cinco pintores contemporáneos y cinco pintoras contemporáneas con cierto reconocimiento internacional. ¡No vale buscar en Google! ¿Somos capaces de encontrar a las cinco mujeres? No será porque no las haya, es, sencillamente, que no las conocemos. ¿Son peores artistas? Seguramente no será ese el motivo, lo que no significa que no haya malas y buenas pintoras. A lo largo de la historia la mujer ha sido invisibilizada, se ha estrangulado su creatividad y se ha acabado con su vida.

Rita Riera, experta en Historia del Arte, explica más ampliamente esta y otras cuestiones en una entrevista publicada ayer mismo en Diario de Ibiza y realizada por la periodista y musa Laura Ferrer Arambarri. Aquí os dejo la entrevista, realmente interesante, en la que se citan también algunas artistas olvidadas y sin embargo de gran talento y con influencia en su entorno:

"Las obras de grandes pintoras han sido atribuidas a sus padres o maridos"

Rita Riera, licenciada en Historia, imparte desde ayer el curso de la UIB ´La dona a la història de l´art´ en el que analiza la vida y la obra de mujeres artistas desde la Edad Media hasta nuestros días

Hablará de pintoras como Sofonisba Anguissola, Lavinia Fontana, Marietta Robusti o Artemisia Gentileschi que son grandes desconocidas para el gran público, a pesar de que su talento está a la altura de sus contemporáneos masculinos.

IBIZA | LAURA FERRER ARAMBARRI Durante siete sesiones, Rita Riera irá desgranando la vida, la obra y el contexto histórico de diferentes e interesantes artistas, muchas de ellas grandes desconocidas.

–La mujer en la historia del arte es un tema amplio ¿En qué aspectos se centra el curso?
–Se estructura por épocas, empezando por la Edad Media hasta prácticamente hoy en día. En el primer bloque hablaremos de Ende y Hildegard von Bingen. En el Renacimiento nos centraremos en las pintora Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana, además de Marietta Robusti. En el barroco, hablaremos de Artemisia Gentileschi, Judith Leyster y Rachel Ruysch. En el neoclasicismo destacan Angelica Kauffmann, Elisabeth Vigeé-Lebrun y Rosalba Carriera. En el impresionismo, Berthe Morisot, Marie Cassatt y Camille Claudel. Las últimas clases se centrarán en las primeras vanguardias, con un repaso a la vida y obra de Gabrielle Münter, Sonia Delaunay y Frida Kahlo. De las segundas vanguardias destacaremos a Louise Bourgeois, Carmen Calvo y las Guerrilla Girls. El curso aborda no sólo la vida en concreto de la artista, sino la situación que pasaba la mujer en aquel momento histórico. Nos preguntaremos por qué no ha habido tantas mujeres artistas como hombres.

–Esa es la pregunta clave. ¿Por qué han destacado tan pocas mujeres?
–La visión parcial que se ha dado de la historia ha divulgado que había menos mujeres artistas porque carecían de talento. Que servían para hacer cosas bonitas, como florecitas y tal. El talento o el genio eran propiedades masculinas.

–¿Tienen todas las artistas de las que habla en el curso el punto común de haber sufrido para poder destacar?
–Evidentemente, todas. De Ende no se sabe prácticamente nada pero, de las que se conoce algo, sí que tienen ese punto en común. La situación social de unas y otras fue la que marcó la diferencia. Las de mejor posición social lo tuvieron un poco más fácil. Pero todas tuvieron que enfrentarse a un mundo que les decía que ese no era su camino, que su camino era la familia, el matrimonio, estar en casa...

–Hay casos como el de Camille Claudel en el que su genio queda eclipsado por su pareja, Rodin. ¿Es algo habitual?
–Sí, es algo que suele pasar. Es el caso también de Sonia Delaunay, que quedó a la sombra de su marido [Robert Delaunay], también pintor en las vanguardias, y de Frida Kahlo, que durante muchos años estuvo a la sombra de Diego Ribera. Artemisia Gentileschi era hija de Horacio Gentileschi. Muchas obras suyas fueron atribuidas a su padre. Lo mismo sucedió con Marietta Robusti, que era hija de Tintoretto, y quedó en un segundo plano, tras el gran genio que era su padre. Muchas de estas mujeres tuvieron un reconocimiento en vida pero, después, la historia escrita en clave masculina las ha ido borrando. Muchas de las obras de estas grandes pintoras acabaron siendo atribuidas a sus maridos o a sus padres, siempre a una figura masculina.

–¿Cuándo comienza a cambiar ese panorama?
–Se ha podido recuperar la historia de muchas de estas mujeres a partir de 1970, no antes, gracias al movimiento feminista. Historiadoras del arte y sociólogas comenzaron a investigar el papel de la mujer en la historia del arte. Hasta el momento sólo se había contado la mitad, desde el punto de vista masculino. Es como si te explican una historia con la mitad de los personajes.

–¿Ha influido en el cambio el hecho de que las mujeres tengan hoy derecho a tener tiempo para sí mismas, a la ´habitación propia´ de la que habla Virginia Wolf?
–Por supuesto, hasta hace muy pocos años estaba mal visto que las mujeres se dedicasen a una actividad propia que no fuese estar en su casa exclusivamente. Incluso estaba mal visto que se asomasen a la ventana, con lo que iniciar una actividad por su cuenta ya era lo peor. Sólo que saliesen a la calle solas o a tomar clases de pintura... era suficiente para que se las considerase ´mujeres de la calle´.

–¿Muchas fueron autodidactas?
–No todas, algunas se pudieron formar gracias a que eran hijas o parientes de alguien que pintaba, o a que eran de clase alta y podían acceder a una formación.

–¿Alguna, como ha sucedido en la literatura, se tuvo que hacer pasar por hombre para trabajar?
–No se conocen casos, pero podría ser. Hay que tener en cuenta que hace muy poco tiempo que hay estudios serios sobre la mujer en la historia del arte y queda mucho por descubrir. Si estas preguntas nos las hacemos dentro de treinta años posiblemente las respuestas sean otras porque sabremos mucho más. No nos imaginamos que hubo mujeres humanistas, mujeres que hacían miniaturas en la época medieval... La historia las ha borrado.

–Personalmente, ¿cree que esto está totalmente superado?
–No completamente, desde luego que no. Hay muchas mujeres que se dedican al arte que cuentan con reconocimiento, pero no creo que esté completamente superado. Las Guerrilla Girls denunciaron hace unos años que la presencia de arte hecho por mujeres en grandes instituciones como el Metropolitan de Nueva York ha descendido del cinco al tres por ciento en los últimos años.

–De todas las artistas en las que se centra el curso ¿cuál le ha impresionado o impactado más?

–Es muy difícil elegir porque todas me han interesado. Me quedaría con Hildegard von Bingen porque fue una mujer que lo abarcó todo, desde la música hasta la escritura, la miniatura... Escribió volúmenes enciclopédicos sobre plantas y medicinas y tuvo un papel descatado en su época, en la que también intervino políticamente. Tuvo una enorme actividad intelectual pero ha pasado totalmente desapercibida durante muchos años, lo que me llamó mucho la atención. Su vida y su capacidad de superación, en un siglo como el XII en el que cada vez se remarcaba más la idea que las mujeres tenían que quedarse en su casa o en el convento, es admirable. Ella luchó mucho pero todas son un ejemplo de superación.

– ¿La religión ha tenido un papel importante en el olvido de la mujer?
–La reforma Gregoriana del siglo XII provocó un mayor control sobre las mujeres y su encierro. Antes de la reforma había monasterios mixtos, en los que los monjes y las monjas trabajaban codo con codo aunque estuvieran alojados en edificios diferentes. Esto cambió de tal manera que los hombres acabaron teniendo el control de los monasterios de mujeres. En la Edad Media la iglesia tenía mucha fuerza, era la dominadora cultural de alguna manera. San Pablo dice claramente en varios versículos que las mujeres deben estar calladas, ser mansas, que pueden ser discípulas pero nunca enseñar porque no pueden estar por encima del hombre. Si tu religión dice que la mujer es un ser que tiene que estar sometido al hombre se crea un desequilibrio evidente.

3 mar 2010

Las maravillas hay que compartirlas

Las maravillas pueden tener muy diferentes formas, pero cuando nos tocan siempre sucede algo similar: nos entra un escalofrío por la espalda, unas mariposas en el estómago, se nos ponen los pelos de punta y a veces puede que nos entre una risa nerviosa o que se nos salten las lágrimas. Tras ver la maravilla que aquí comparto, me han pasado todas esas cosas a la vez, y no he dejado de sentirme especial hasta el último segundo.

Por su formato no puedo subir aquí directamente el vídeo, pero ni si quiera hay que esperar a que se cargue, así que haz click ya y disfruta de esta maravilla musical.

La guillotina diaria de las invisibles


En 1791 Olympe de Gouges escribió la Declaración de Derechos de la Mujer y la Ciudadana en un intento de igualar las oportunidades de hombres y mujeres en una sociedad totalmente discriminatoria a pesar de los más que predicados valores de la Ilustración: Igualdad, Fraternidad y Libertad. Dos años antes, en el revolucionario año de 1789, se publicaría la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano, que no contemplaba en absoluto a la mujer, no por una cuestión de lenguaje sexista, sino porque así era en la vida diaria y en todos los ámbitos. A pesar de sus intentos de defender los derechos de igualdad de las mujeres, Olympe de Gouges fue condenada a pena máxima y murió en la guillotina en 1793.

Olympe de Gouges

¿Qué hemos conseguido después de dos siglos? Muchos cambios, sí, y hay que reconocerlos. Pero, ¿dónde continúa estando el error? Porque no cabe duda de que sigue habiendo muchos, la mayoría de ellos sustentados en problemas históricos derivados de la casi permanente invisibilidad de las mujeres en la historia.

En España 78 mujeres al día denuncian por maltrato según el Observatorio de la Violencia de Género. En 2009 la cifra de asesinadas por sus parejas o ex parejas llegó a 55, por suerte, algo más de un 26 por ciento menos que en el ejercicio anterior. Este es tan sólo el aspecto más llamativo y cruel de la discriminación constante y muchas veces incluso inconsciente e involuntaria a la que es sometida la mujer en la sociedad actual. Pero detrás hay toda una lista de balanzas desequilibradas: acceso restringido a la dirección de empresas, sueldos menores, cosificación de la mujer en el mundo de la comunicación y la publicidad, dificultades laborales por imposibilidad de conciliación con la vida familiar, y un largo etcétera.

Olympe de Gouges no cometió ningún error. Encendió el motor de la consciencia y este es precisamente el que tiene que volver, pues hay muchísimas mujeres que sin quererlo son personas más machistas que muchos hombres. No se trata de ser mejores, en ningún caso, sino de tener igualdad de oportunidades y derechos en todos los ámbitos de nuestra vida.

Ilustración de J. R. Mora.

Con motivo de la celebración del Día de la Mujer Trabajadora el próximo 8 de marzo, al menos hasta la fecha me propongo escribir notas diarias -en la medida que me sea posible-, en torno a la figura de la mujer en la historia pasada, presente y futura. De momento, ya sabéis quién fue la primera mujer en reclamar por escrito unos derechos iguales (y aún más extensos, por cierto) a los que reclamaban los hombres en 1789.